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El cobre en la agricultura: del primer fitosanitario a la agricultura ecológica

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El cobre es un material muy versátil. Ya hemos hablado de sus capacidad antimicrobiana, que lo convierte en un aliado de la higiene y salubridad, aún más eficaz que el acero inoxidable. Por esta razón las tuberías de cobre son ampliamente usadas en instalaciones de agua y calefacción. La chapa de cobre y el tubo de cobre son también muy empleados en hospitales, aeropuertos y, en general, en superficies de contacto, puesto que inactiva continuamente los microorganismos que se depositan en ellas.

Pero, además, juega un importante papel en la agricultura desde hace más de un siglo. En forma de sulfato, el cobre ha servido de base al caldo bordelés, también conocido como sulfalto cupro-cálcico. Es una solución creada a finales del siglo XIX para proteger de los hongos al cultivo de la viña que acabó extendiéndose al resto por su eficacia, y que continúa aplicándose a día de hoy en el olivo, la patata, la viña y en árboles frutales y cultivos hortícolas. 

La historia del cobre en la agricultura

Hay muchas fórmulas fitosanitarias con cobre como principal ingrediente, dado su amplio espectro de acción, puesto que actúa contra bacterias y hongos. Es el caso del oxicloruro de cobre, el hidróxido de cobre, el propio sulfato de cobre, el mencionado caldo bordelés, etc. En su tarea fungicida, forma complejos con enzimas que inactivan los hongos. Además, no hay que olvidar que las plantas necesitan cobre para su proceso de fotosíntesis, y es imprescindible para varios sistemas enzimáticos, así como para que metabolicen nutrientes. A esto hay que sumar que intensifica el sabor y color de hortalizas y flores.

Conscientes de la importancia del cobre para la agricultura, comenzó a emplearse el caldo bordelés o caldo Borgoñon a 2,5-5 kg de cobre/ha, si bien se redujo la dosis cuando se empezó a usar el oxicloruro de cobre/Zineb. Se conseguía así un doble objetivo: facilitar la aplicación —no obstruía la maquinaria— y evitar fitotoxicidad. Más tarde los ditiocarbamatos —Zineb, Mancozeb, Maneb, Propineb— y ftalimidas  —Captan, Folpet—, en dosis de 2-3 kg s.a/ha, reemplazaron en gran medida el uso del cobre, en particular en cultivos hortícolas o frutales. Con ello se pretendía evitar posibles efectos fitotóxicos y que se frenase la vegetación. Para contrarrestar este efecto, a día de hoy, se han desarrollado fórmulas con cobre sistémico mezcladas con bioestimulantes, que también aportan menos cantidad de cobre al suelo. Pero ya con las estrabilurinas se pudo reducir las dosis a 0.15-0.25 kg/ha, con la consiguiente reducción de riesgos para la salud humana, de la tierra y de las aguas.

El cobre, un fitosanitario ecológico

Junto al azufre, el cobre es uno de los pocos productos permitidos por la agricultura ecológica. Sin embargo, las autoridades europeas aconsejan limitar su uso para evitar el más mínimo riesgo a personas y medio ambiente. Es muy empleado en la horticultura por su alto valor nutricional y nivel de protección. De hecho, es el único bactericida autorizado por la Unión Europea. Si bien hay múltiples opciones, en la agricultura ecológica se utiliza el cobre en estas formulaciones más comunes:

  • Sulfato de cobre, con entre un 20% y un 25% de cobre.
  • Oxicloruro de cobre, con un 50% de cobre.
  • Óxido cuproso, con entre 50 %y 80% de cobre. 

Cobre también como fertilizante

El tratamiento para suelos con problemas de fertilidad consiste en dispersar 50 kg/ha de sulfato de cobre. Hay que tener en cuenta que se lava fácilmente, por lo que hay que aplicarlo con frecuencia si hay lluvias, ya sobre la planta seca. Los síntomas de la deficiencia de cobre suelen verse en las hojas nuevas, y varían mucho según el cultivo. El exceso de potasio, fósforo y otros micronutrientes puede provocar su deficiencia de manera indirecta. También puede tener como origen un pH alto en el sustrato. De hecho, demasiado cobre en el sustrato puede afectar al desarrollo de la raíz, causando un excesivo crecimiento lateral. En la propia planta, un alto nivel de cobre puede dificultar la absorción de hierro y, a veces, de molibdeno y zinc. Si no se corrige esta situación, se puede reducir la ramificación, con e consiguiente deterioro de la planta. 

Sin duda, el cobre es un elemento imprescindible de la vida, uno de los pocos metales que pueden encontrarse puro en la naturaleza, sin combinarse con otros. Además, integra un gran número de aleaciones con relevantes propiedades mecánicas y conductividad eléctrica, como los bronces y los latones. En Allsimet ofrecemos productos metálicos de cobre y sus aleaciones en distintos formatos y medidas. Consulte con nuestras Delegaciones para pedidos a gran escala.

El cobre en la agricultura